La Cuarta Discontinuidad y el Futuro de la Humanidad: Más Allá del Antropocentrismo (3a parte)
En este apartado del tema abordado, se analiza las aportaciones de tres representantes que, desde diferentes enfoques y puntos de vista, señalan lo que le depara a la humanidad en la construcción de ese futuro inminente, retomando los postulados de Mazlish (1993), del cual se han podido inferir algunos aspectos relevantes que nos muestran, a modo de aviso y advertencia, las implicaciones de la tecnología digital basada en el uso de la inteligencia artificial.
En el apartado anterior, se mostró y describió las ideas, aportaciones teóricas y reflexiones de Turkle (2011) y de Bostrom (2024), respecto a lo que piensan acerca de la integración de estas complejas tecnologías IA, las cuales siguen en esa ruta y proceso de evolución constante, tal como se pudo apreciar durante el 2024, y ahora en el presente año, se esperan desarrollos de gran innovación y calado, mismas que van a repercutir, sin duda, en los gobiernos, empresas, la educación y en las culturas del entretenimiento, la fabricación y maquillamiento de noticias, fabricación de armas tácticas de inteligencia y de ciberseguridad con cierto tono e intención de ser sembrada a modo para favorecer a representantes ejecutivos de los gobiernos, a CEOs de empresas privadas, particularmente asociadas al sector de las TI (tecnologías de información), sobre todo, en las áreas donde se producen sistemas y arquitecturas constructoras de algoritmos (datos), trae, sin embargo, como a continuación lo exponen, desde su reflexión personal, esos atisbos que ya tienen esa posibilidad de manipular y controlar nuestros pensamientos, y hasta nuestras emociones, como se mencionó anteriormente, traen consigo instrucciones programadas por entidades artificiales que razonan, organizan y estructuran los datos que sean lo suficientemente convenientes para los intereses particulares de estas megacorporaciones dedicadas en dar a conocer y aplicar herramientas y aplicaciones de IA.
Uno de estos exponentes, es el polémico historiador y "rockstar" de las conferencias magistrales subsidiadas por la empresa TED, dedicada a explotar mediante conferencias magistrales, y ciertas publicaciones convertidas en "best-sellers" mediáticos, tal como lo ha sabido hacer, Yuval Noah Harari (2021), que ofrece en su libro "Sapiens", un planteamiento sobre la inteligencia artificial y las tecnologías emergentes, señala el autor, requieren un nuevo contrato social. Es decir, el autor advierte sobre los posibles riesgos potencialmente existenciales que estas tecnologías pueden representar si no se logran gestionar de manera adecuada.
En su análisis, enfatiza que debemos ser proactivos, en definir cómo queremos que la tecnología influya en nuestras vidas y en la sociedad. Harari sugiere que es necesario y esencial establecer marcos regulatorios que protejan los derechos individuales y promuevan el bienestar colectivo. Esto implica no solo regular el uso de la IA, también habría que considerar el hecho de fomentar un diálogo abierto sobre los valores que queremos preservar en nuestra convivencia con las máquinas. Su enfoque invita a una reflexión crítica sobre el papel de la tecnología en la vida cotidiana de las personas, y cómo podríamos asegurar que dichas tecnologías digitales inteligentes artificiales sirvan a los propios intereses humanos.
El otro punto de vista y enfoque lo podemos comparar con las reflexiones propuestas por Paolo Benanti (1991), que podemos también relacionar con lo que plantea el llamado el texto de la Carta de Copenhague del IEEE (Instituto de Ingenieros Eléctricos y Electrónicos), la cual plantea que "la tecnología no puede estar por encima nuestro", enfatizando de esta manera la necesidad de un enfoque que priorice los derechos humanos y el bienestar social.
Benanti, crea un concepto sobre lo que el autor denomina como "algor-ética", que implica la adopción de principios éticos específicos dentro de los algoritmos de inteligencia artificial. Mediante este concepto se busca establecer fronteras claras para asegurar que las decisiones tomadas por estas máquinas inteligentes sean coherentes con los valores humanos fundamentales, facilitando así, una coexistencia armoniosa entre humanos y máquinas. En su libro: "Homo faber: La condición Tecno-Humana", presenta varios puntos de inflexión relevantes de la relación entre inteligencia artificial y la ética, de los cuales se distinguen algunos aspectos relevantes.
Benanti enfatiza que el problema no radica en la tecnología en si, sino más bien, en "la conciencia humana". Propone que es fundamental desarrollar un marco ético sólido que guie el uso de la IA, destacando sobre todo, que, sin principios claros, la tecnología puede ser utilizada de manera perjudicial. Ejemplo de ello, es cuando se alteran y manipulan datos para favorecer tendencias políticas, abusos comerciales y financieros, construcción de perfiles personales, etc. Por eso el autor distingue entre valores, normas y principios. Argumenta que los llamados "principios éticos", son más efectivos en alcanzar un acuerdo global porque son universales y pueden aplicarse independientemente de las diferencias culturales. Esto contrasta con los valores, que pueden variar significativamente entre diferentes sociedades. Pensemos que no es lo mismo la percepción social y cultural de los países asiáticos con respecto a cómo se percibe dichos principios en países de occidente, o inclusive respecto a ese mismo constructo en países del sur, especialmente de la región de Latinoamérica, o los de sud África, son diferentes, a pesar de intentar universalizarlos, existen posturas de carácter ideológico.
Respecto al aspecto relacionado con la minimización de daños, la postura de Benanti, la emplea a través del ejemplo de un coche (auto) fuera de control a fin de ilustrar cómo los principios éticos podrían ayudar, en ese sentido, a tomar decisiones difíciles. En aquellas donde las opciones disponibles conllevan daños el principio de minimizar esas situaciones en concreto puede en todo caso, guiar a mejores decisiones. Es parte de lo que este autor expresa en relación de cómo la IA puede llegar a exacerbar las "brechas de desigualdad". Nos advierte que, si no se implementan controles adecuados, las IA podrían despojar a las personas de su dignidad y generar un estado de desesperanza social.
Benanti también reflexiona sobre el posible potencial de la inteligencia artificial al considerarla como herramienta para el bien, sugiriendo que su uso depende en gran medida de las intenciones detrás de su desarrollo y aplicación. La IA podría servir para mejorar la productividad y el bienestar humano si se usa de manera responsable. Sin embargo, el autor no subestima sobre el "misterio del mal", presente en el uso de la tecnología. Reconoce que existen tentaciones inherentes al poder que otorgan estas herramientas y destaca la necesidad de una vigilancia ética constante para evitar cualquier tipo de abusos fuera de la ley y de los reglamentos establecidos.
Plantea que la relación entre humanos y máquinas podrían tener una dimensión de carácter espiritual. Se pregunta cómo las máquinas pueden influir en nuestra comprensión del ser humano y del mundo espiritual, sugiriendo que debemos cuestionar de manera constante y continua sobre el significado de ser humanos en una era dominada por la tecnología.
Para concluir de manera temporal esta reflexión que nos llevó de manera circunstancial al abordaje comparativo de esta nueva Cuarta Discontinuidad, lo podemos observar con la aportación de Donna Haraway (2016) y su "Cyborg Manifiesto", que como señala la autora, es parte de una visión reflexiva desde el punto de vista del feminismo, socialismo y materialismo, el cual podría ser parte de un posible blasfemia que observa de manera insistente y seria sobre los asuntos que nos compete y preocupan a los humanos respecto a lo que actualmente sucede en su país natal, Estados Unidos, especialmente sobre las posturas que asume respecto al carácter religioso de corte evangelista cristiano, que existe en este país en particular, contrasta en parte con lo que se ha desarrollado en materia tecnológica, la cual lleva a Haraway a plantear desafíos éticos significativos que requieren de nuestra atención colectiva. En este nuevo paisaje digital es fundamental establecer principios éticos que guíen el desarrollo y uso de las tecnologías automatizadas.
El manifiesto de Haraway, plantea desde su visión personal, desafiar las dicotomías tradicionales que han delimitado la participación y experiencia de las mujeres en el mundo. La metáfora que emplea respecto a la imagen del "Cyborg", es por lo tanto, un híbrido del papel que juega la mujer en la era de la tecnología. Al ser un híbrido de máquina y organismo, trasciende dichas dualidades tradicionales como mente/cuerpo, naturaleza/cultura, masculino/femenino. Al hacerlo, señala la autora, desestabiliza las categorías esenciales de identidad y abre posibilidades para nuevas formas de ser y de actuar políticamente.
En ese sentido, la postura de Haraway, se perfila por apostar a reconocer que no hay un tipo o clase de mujer singular o esencial. Por lo tanto existe diversidad y sus experiencias particulares de raza, clase, sexualidad y su ubicación geográfica, les permite estar en una búsqueda constante de identidad unificada basada en la categoría de "mujer", es ya de por sí a juicio de la autora a considerase como una empresa totalizante que ignora estas diferencias cruciales. Según la autora la figura del "cyborg", se crea como un híbrido de lo orgánico y lo tecnológico, porque abarca la fluidez y la permeabilidad de las fronteras.
Para Haraway, la tecnología es una fuente de empoderamiento, cuya visión enfatiza más hacia una imagen inherentemente masculina patriarcal. Por eso sugiere que las mujeres puedan apropiarse y utilizar la tecnología para sus propios fines. Porque por el solo hecho de abrazar la tecnología, las mujeres pueden resistir las estructuras de dominación y crear nuevas formas de agencia. De ahí, señala la autora, sobre la importancia de la coalición en un mundo cada vez más interconectado por la tecnología. Su manifiesto enfatiza la importancia de dicha coalición y afinidad en lugar de la identidad esencial. Por eso su insistencia de que las mujeres trabajen juntas para desafiar las estructuras de poder que las oprimen. La autora enfatiza el hecho de desafiar la distinción entre humano y animal, sugiere una relación más fluida y compleja entre ambos.
La distinción entre organismo y máquina, argumenta lo que Haraway pudo constatar del siglo XX, señalando que dichas máquinas han desdibujado la línea entre lo natural y lo artificial. Expresa que las máquinas contemporáneas son "inquietantemente animadas", pone un ejemplo en el caso de la ingeniería electrónica, esa distinción se vuelve cada vez más difícil de sostener, porque lo físico se ha vuelto cada vez más más miniaturizado e invisible. Esta nueva realidad tecnológica desafía la distinción tradicional, porque se manifiestan de manera omnipresente e invisibles al utilizar señales y ondas electromagnéticas. Esto pone en aviso a la autora al argumentar sobre las implicaciones para nuestra comprensión del cuerpo, la mente y la tecnología. Al cuestionarlas Haraway abre la posibilidad de repensar las categorías tradicionales de identidad y de imaginar nuevas formas de ser y de relacionarse con el mundo. Eso es parte de lo que le podría esperar al futuro de la humanidad que puede estar más allá de esa concepción y visión antropocentrista.
Para ello habría que estar preparados como sociedad y culturas humanas, pensando en qué y cómo se tendría que educar y preparar a las nuevas generaciones, especialmente a las llamadas "beta", un próximo tema a ser abordado y publicado en este blog donde cabe el intercambio de ideas, comentarios y propuestas de trabajo colaborativo colectivo inteligente.
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