Entre Utopías y Realidades: Reflexiones Críticas sobre el Futuro Educativo (2a parte)

Como todo lo que actualmente observamos y somos parte de estos cambios acelerados del presente siglo, nos hace pensar en las diferencias que existen latentes en la estructura de la sociedad y la cultura, que son parte de esa historia que ha marcado, de manera especial, una perspectiva particularmente contenida por multiplicidad de factores que ponen en juego sistemas de atención hacia los avances tecnológicos propios de la era digital, y con mayor énfasis en el hecho de estar como meros espectadores que estamos en estado constante de acecho, desde cierto ángulo y posición geométrica sobre el entorno inmediato, donde se tejen diariamente, narrativas historias que hablan sobre la cotidianeidad de las personas cercanas a la comunidad del seno familiar, los vecinos, la gente que transita para tratar de llegar o ir a determinados lugares, o van de regreso a sus hogares con expectativas diferentes, pero también, con problemáticas particulares de supervivencia, en un planeta convulsionado por el cambio climático, por los brotes de inestabilidad política y conflictos geopolíticos que surgen como parte del nuevo negocio de proliferación de armas y todo lo que tenga relación con la economía de guerra en tiempos de paz, son dignos componentes y caldo de cultivo para desatar conflagraciones humanas de insospechado desenlace. 

Es así como se va tejiendo esas utopías sociales y culturales imaginarias colectivas, esos sueños translucidos que también pueden ser desafíos y retos de gran calado, donde prevalece en muchos casos, la torpeza mental y la disonancia cognitiva como factores de desestabilización y de incertidumbre, en el peor de los escenarios que se comiencen a crear formas automatizadas de control, vigilancia y manipulación por parte del Estado benefactor, que se transforma gradualmente en una entidad abstracta sin órganos como lo analizaban en su momento G. Deleuze y F. Guattari (1972), donde ya preveían estos autores, un estado de descomposición de los sistemas e instituciones de la era posmoderna, y, por lo tanto, de los individuos.

 

La respuesta reflexiva ante estos hechos, es construir formas de pensamiento, que sean la contraposición en contra de cualquiera forma, objeto, persona, grupo que quiera atentar contra la libertad de las personas, por ser como son, y a pesar de estas circunstancias, obliga, en cierto modo, a salir del paradigma de la panóptica, de la cárcel que hemos creado como civilización, la que constantemente se empecina por motivos e intereses e intenciones de seguridad biopolítica (Foucault, 1975. 1976), considerados como mecanismos que se llegan a manifestar en la subjetividad de los individuos como parte integrada a nuestros cuerpos nuestros pensamientos, nuestras conductas y nuestros afectos, y en su dimensión psicopolítica  e inteligencia particulares, este patrón se manifiesta como un sistema de dominación que puede emplear el poder opresor que utiliza su arma de seducción, de inteligencia y de sometimiento (Han, 2014), en establecer sus propios códigos de normas y reglas comunes de convivencia y salud mental (patrones de conducta a modo de los intereses de seguridad nacional), entre los individuos y en los colectivos, que intentan conformarse como rizomas dinámicos (redes cognitivas) en constante cambio emergente y dinámico, una redarquía de posibilidades y hechos contundentes (Domingo Farnós, 2024).

Y de qué va todo esto, apunta lo que hemos venido abordando desde hace varias publicaciones atrás, lleva consigo la marca de significativa e intención de provocar cierto malestar, para aceptar y adecuarse a los cambios que están interconectados entre varios nodos de espacio-tiempo, y tal vez, si eso se llegase a interpretar de ese modo, el hecho de fomentar formas de pensamiento optimista (utópico) o pesimista (distópico) cuya tendencia sería la búsqueda permanente por provocar el caos, la incertidumbre, el clima propicio de la distopía entre otros puntos de inflexión, de lo que nos podría deparar en el corto, mediano y largo plazo, en cuestiones donde se quiere o desea acechar y prevalecer la duda y la sospecha, por no decir, la suspicacia de no tener suficiente claridad sobre los acontecimientos mundiales, y todo, en gran medida debido a los impactos de la tecnología, provocadora y generadora del cambio climático, entre otras tantas especulaciones que pueden sonar a teoría conspiracionista, a la relación que hemos logrado integrar en nuestras vidas, con estos artefactos y máquinas que ya están logrando pensar como nosotros mismos y con las miras de superarnos en el futuro inmediato para configurarse como superinteligencias, pero al servicio de quién. 

Difícil va a ser lo que intentemos traducir e interpretar sobre los límites de razonamiento y de estructura de inteligencia emocional, que permita comprender, por qué por ejemplo, existen posturas de pensamiento de corte ideológico que persisten en seguir existiendo en el siglo de la revolución industrial, cuando el mundo de hoy requiere de cambios tangenciales y transversales, aunque solo reproduzcan en su entrenamiento de lenguaje, expresiones y gestos, códigos basados en datos que se almacenan y se reproducen en miles de billones de gigabytes para reconfigurar estructuras neuronales artificiales que aprenden, que intentan discernir como lo hacen las personas, pero con síntomas prevalecientes de sesgos y alucinaciones constantes, porque aún siguen en esa fase primigenia de alcanzar y complementar aquellos intersticios todavía ocultos de la mente humana (infantes de preescolar), se encuentran en esa fase de máquinas que aprenden, justo donde las grandes corporaciones del comercio tecnológico se apuntalan para tomar decisiones de obtener la mayor y mejor oferta, según sea y  muestren las condiciones de la oferta y demanda, lo importante, es que tal vez, siempre, podrán ser las ganancias obtenidas, las que marquen el rumbo de tales expectativas en su proyección de escenarios al futuro inmediato, no importan las maneras de obtención, y es ahí donde se encuentra está parte que llega a constituirse como dilema de realidades que trata por todos medios de incursionar y manifestar un estado particular que le permita inclinar la balanza a su favor, no importa el qué sino el cómo.

De acuerdo a este esquema, surge, entonces, un sistema de opinión pública que le da preferencia a obtener bienes extraídos de su patrón de consumo, porque simplemente, esa población, está convencida que, sin la tecnología, es imposible desarrollar comportamientos propios y colectivos que los identifica de alguna manera. Esto sucede en demasía, cuando se observa el mercado de la venta de celulares (móviles), el nivel de producción se incrementa, y se espera que el consumidor potencial, siempre permanezca atento a esas innovaciones, desde niños hasta personas de tercera edad, sexo, religión o creencia, aunque si el nivel socioeconómico importa, ya que pone en juego la permanencia que le brinda cierto estatus particular.

Queda abierto, entonces, la estrategia de venta dirigida hacia el ámbito educativo, pero ahí surgen varios problemas concretos: ¿quiénes pueden ser los beneficiarios potenciales de estas tecnologías?, ¿qué gobiernos o autoridades educativas son los que pueden adquirir estas tecnologías para adaptarlas e implementarlas en los planteles de las escuelas y universidades?, ¿de qué dependerá que la integración de dichas tecnologías sean favorables para incrementar los niveles de desempeño cognitivo logrado en un periodo de tiempo, de modo que esto permita tener cautivos a estos potenciales consumidores, y aun cuando existan riesgos para su adecuación real al proceso de aprendizaje?, en ese sentido, la innovación tecnológica juega un papel estratégico clave para mantener su estatus en ese ámbito en particular, aun cuando existe un fuerte factor que está actualmente desatendido y directamente relacionado con la formación de desarrollo de habilidades digitales docentes. 

Existe, por lo tanto, una importante brecha de acceso a la información y acceso a que los docentes de cualquier nivel educativo, tengan la posibilidad de obtener, en primera instancia, un equipo de cómputo, de adquirir  y desarrollar capacidades y habilidades de alfabetización informática digital, de manera especial, con el avance acelerado de la IA en el mercado de las grandes megacorporaciones hacen su agosto de venta, y muestran en exposiciones mediáticas, los últimos prototipos. Una guerra comercial que aún no termina, porque estamos apenas en los inicios de una fase importante de creación y de verdadera transformación de los impactos sociales y culturales que ya trae consigo esta tecnología de vanguardia, donde se va a seguir ampliando y profundizando esa brecha entre los que si podrán tener la posibilidad de usar las herramientas de IA, y aquellos que de pronta manera se van a ir rezagando en el camino. 

Surge la necesidad de construir y realizar propuestas académicas y convenios interinstitucionales entre la educación y empresas y los estados de gobernanza que les interesa tener en cautiverio, por así decirlo, la justificación para que docentes, directivos, autoridades y tomadores de decisión, y el estudiante en común, y los padres de familia, como consumidores fieles hasta cierto punto y a las posibilidades y capitales con los que cuenten para mantenerse en esa ola de sujetos privilegiados que están favor de realizar cambios de su gestión pública y privada en su organización, y con mucha mayor razón a nivel de la educación superior.

Donde ya existen, en el caso de México, diferencias significativas entre ofertas académicas de formación profesional, y también, su permanencia y legitimación curricular ante la demanda social. Puntos que serán abordados en la tercera parte, de manera especial, sobre el inicio de un proyecto académico que se presenta a partir de estos momentos en el estado de Quintana Roo. Un camino revelador hacia la concreción de una utopía para el futuro de la educación en nuestro país.      

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