Más allá del algoritmo: repensar la cognición desde la complejidad viva (1a parte)
El tema que se va a desarrollar a continuación, trae consigo tres implicaciones de enorme relevancia, dados los tiempos actuales que nos está tocando vivir a nivel personal, y colectivo mundial.
La primera implicación, relacionado con la relevancia, agencia y vida: del paradigma computacional al paradigma complejo. Se refiere al apartado que abajo desarrollaremos con más detalle. Reconocer que la cognición emerge de la vida misma, como proceso encarnado y situado, abre nuevas rutas para una educación compleja, una ciencia ecológica, y una política del sentido.
La segunda implicación, hace hincapié sobre el abordaje teórico del denominado enfoque del conocimiento transdisciplinario sobre los sistemas vivos: co-construcción, emergencia y autoorganización. Este enfoque impulsa una nueva racionalidad que integre lo afectivo, lo ético, lo biológico y lo simbólico, y que es fundamental para pensar soluciones a problemas como el cambio climático, las crisis de salud mental, o la desigualdad social.
En la tercera implicación, se reflexiona sobre la ecología del saber: aprender a vivir y pensar en un mundo incierto. Las crisis del siglo XXI no pueden resolverse desde las mismas formas de conocimiento que las generaron. Necesitamos un pensamiento que nos permita “habitar la complejidad” en lugar de intentar simplificarla.
En un mundo dominado por la promesa de la inteligencia artificial y los avances en cómputo simbólico, la pregunta fundamental sobre cómo conocemos, qué significa actuar y cuál es la naturaleza de nuestra agencia como seres vivos, ha sido arrastrada —y en ocasiones sofocada— por el paradigma computacional dominante. ¿Puede realmente una máquina comprender la diferencia entre lo trivial y lo relevante? ¿O estamos confundiendo capacidad de cálculo con conciencia?
El artículo de Jaeger et al. (2024) introduce el concepto de realización de relevancia como un proceso que distingue radicalmente a los organismos vivos de los sistemas algorítmicos. Este proceso implica que un ser vivo no solo recibe información, sino que construye activamente aquello que le resulta significativo, desde una posición encarnada, situada y autopoética.
Desde la perspectiva del pensamiento complejo (Morin, 1990, 2005), este enfoque no solo es coherente, sino necesario. Morin ya advertía sobre la ilusión de una razón cerrada, reducida al cálculo, y propuso en su lugar una razón abierta, capaz de articular la incertidumbre, el caos, y la autoorganización. Vivir, conocer y actuar son procesos inseparables. La vida, dice Morin, es “una aventura de sentido” (2001).
En lugar de intentar modelar la vida desde la máquina, quizá debamos —como propone el pensamiento complejo— aprender de la vida para repensar nuestras ciencias, tecnologías y políticas. Aceptar que la cognición no es formalizable completamente implica reconocer el carácter abierto, emergente y relacional del saber. Esta idea no es nueva, pero hoy adquiere una urgencia ineludible.
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